El tema de las pasantías profesionales desde hace unos años ha generado varios espacios de debate considerando la pertinencia de las actividades que desempeñan en los diferentes ámbitos o espacios de práctica como así también con respecto a la contribución de las mismas en la formación de capacidades relacionadas con el perfil propuesto por la carrera.
El vínculo entre las IES y las empresas cada vez es más estrecho, si anteriormente esto no era evidente con el tiempo las demandas y necesidades del sector laboral empiezan a hacer presencia en las reflexiones, análisis y revisiones que hace la educación superior de sus políticas, y estas a la vez comienzan a incidir en trasformaciones educativas. El sector en general manifiesta preocupación por las estrategias o metodologías utilizadas por la IES al momento de formar profesionales competentes con capacidad de desempeñarse eficientemente en el campo laboral que le compete (Macías, 2012). Con respecto al tema Camilloni, (2013) plantea que las prácticas profesionales son necesarias, al igual que cualquier otra actividad académica para el entrenamiento profesional, requieren que sean planificadas y supervisadas cuidadosamente, para así garantizar su funcionamiento y promover el aumento de la calidad.
Sin embargo, cuando se propone implementar un programa, proyecto académico siempre es preciso planificar, organizar y supervisar el mismo para lograr la meta propuesta; sobre el mismo tema, Quispe et al., (2014) advierten que algunos de los factores que pueden entorpecer o impulsar este proceso son el exceso de trámites administrativos, la deficiente información institucional, la relación entre el estudiante y sus asesores, el acceso a las unidades receptoras, entre otros.
Según este autor cumplir con el proceso educativo de calidad depende de la política institucional asumida con respecto a la implementación de las actividades que contribuyan a la formación de los estudiantes; como menciona, varios son los inconvenientes que pueden surgir, sin embargo, este es sólo el comienzo de una cadena de resultados consecuentes, asumiendo que los estudiantes deben desempeñarse en un mercado laboral cada vez más exigente y competitivo. Rueda Rodríguez, (2014) menciona que según la Organización Internacional del Trabajo en 2013, se calcula que 74.5 millones de jóvenes de entre 15 y 24 años de edad han estado desempleados, casi un millón más que en el año anterior. La tasa mundial de desempleo juvenil ha aumentado hasta el 13.1 por ciento, y es precisamente este grupo de población el que tiene una marcada dificultad para ingresar al mercado de trabajo; la tasa de desempleo es hasta tres veces mayor que la de los adultos, y mientras que uno de cada tres adultos se encuentra en la informalidad, este porcentaje aumenta hasta la mitad en el caso de los jóvenes (p. 113). La intervención de la IES en los procesos de formación es indiscutible, estos procesos bien pueden presentar debilidades, no obstante, asumirlas y tratar de subsanarlas es la mejor opción; si los estudiantes son los receptores del proceso de formación lo más apropiado es conocer su precepción y grado de satisfacción con respecto al tema; proceso en el cual no sólo intervienen las IES sino también las empresas con las que las mismas realizan convenios donde los estudiantes realizan sus prácticas. Desde este punto de vista, la Organización Internacional del Trabajo, respecto al tema de las pasantías, refiere que con frecuencia son consideradas una excelente manera para adquirir experiencia laboral y afianzarse en el mercado de trabajo, pero que, paralelamente, son un riesgo latente para los jóvenes, ya que se han presentado numerosas denuncias de abusos, pues éstas son consideradas como fuente de trabajo a bajo costo o, incluso, gratuito, reconociendo que esta garantía para la juventud puede ser muy eficaz para reducir.
desempleo y el desaliento en el que se encuentra, destacando que paralelamente se necesita supervisión y evaluación de su impacto. (Rueda Rodríguez, 2014, p. 127). Otro tema son los requerimientos de los empleadores, si bien los alumnos que tiene la oportunidad de acceder a estos espacios laborales, deberían desempeñar funciones relacionadas a su carrera, las interrogantes son: ¿alguien evalúa su desempeño? ¿Cada cuanto los evalúan? ¿qué tipo de evaluaciones realizan? ¿las evaluaciones evidencian las capacidades obtenidas por los estudiantes en esas pasantías? y, por último ¿los empleadores están conformes con el desempeño de los pasantes? ¿se logró llegar al perfil propuesto por la carrera? Lo mencionado con antelación se torna complicada, porque si bien este tipo de mecanismo ofrece una serie de ventajas para los jóvenes y empleadores, también existe el peligro latente de que las referidas prácticas, al no contar con una organización adecuada y específica en la que se establezca claramente los procedimientos y objetivos conllevará a fuertes críticas del proceso de transición escuela-trabajo y que en realidad los jóvenes terminen estancándose sin conseguir conocimientos nuevos que los preparen para un futuro laboral exitoso.